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jueves, 5 de mayo de 2016

Viajes a Egipto

   Con la toma de Alejandría por parte de Julio César en el año 47 a.C., se quemó la biblioteca de dicha ciudad. En esta biblioteca había alrededor de setecientos mil volúmenes, entre ellos muchos hacían referencia a Egipto en época de los faraones. Entre ellos se encontraba la obra de Historia de Egipto de Manetón, un sacerdote egipcio que había escrito esta obra en griego por encargo de Tolomeo I.  En su obra relataba acontecimientos desde la Antigüedad egipcia, y a su vez hablaba sobre las costumbres de los habitantes y su religión. 

   Hacia el año 450 d.C, no existía ya nadie que supiera entender los textos del antiguo Egipto y además, había desaparecido todo lo que los propios egipcios habían escrito. Pero a pesar de ello, existieron muchos autores clásicos que se interesaron por Egipto y escribieron al respecto. Además, los hebreos, a partir del segundo milenio a.C., están ligados en parte de su historia con ellos. Así pues, en varios libros del Antiguo Testamento, como el Génesis o el Éxodo, conservan parte de la historia política de Egipto.

   La división de la historia de Egipto en treinta dinastías, viene de los primeros Padres de la Iglesia primitiva cristiana, que habían leído con frecuencia algunos pasajes de Manetón. Por otro lado, el interés que despertaba esta cultura extraña para griegos y romanos hizo que su cultura se extendiera y ayudara a conservarse, por ejemplo, el culto a Isis se había llevado al mundo romano.  Obra de gran importancia fue también la de Plutarco, De Iside et Osiride (“Sobre Iris y Osiris”), donde se relata la leyenda de Osiris. Igualmente fue de importancia la Biblia, donde había varios relatos en relación con Egipto. Todo ello hizo que el interés por esta cultura continuara en la Edad Media y en el Renacimiento.

   El viajero más conocido de la Antigüedad que fue a Egipto, es sin duda Herodoto. Fue ha Egipto hacia el 450 a.C., y aunque algunos de sus relatos parecen tener exceso de imaginación, su obra ha servido en muchas ocasiones para acercarnos al mundo egipcio, en parte porque no solo habla de la vida política sino que tiene más importancia sus relatos sobre la vida diaria egipcia, su religión, sus fiestas y sobre todo el culto a los animales, que parece interesarle en gran medida.

   Viajeros posteriores a Herodoto, serían Diodoro de Sicilia, que muestra ser más crédulo en sus relatos, y Estrabón, que viajó a Egipto hacia el 30 a.C. Este último dedica un tomo entero de su obra, Geografía, a describir su recorrido por el país, explicando sobre todo las fiestas populares y el culto a los animales. Gracias a los datos de Estrabón, Mariette descubriría tiempo después, el Serapeum, el templo y las tumbas de los bueyes Apis en Saqqara.

   El mencionado ya Plutarco, realizó también un viaje a Egipto en el siglo I d.C., y tomo información de obras de Manetón, cuando aún estaban conservadas en la biblioteca de Alejandría. Por otro lado, hubo algún emperador que visitó Egipto, como es el caso de Adriano y Septimo Severo, quien deja su nombre grabado en los colosos de Memnón.

   Durante la Edad Media y Renacimiento, los cristianos suelen interesarse más por los vestigios cristianos, más que por el mundo faraónico, por ejemplo, ven en las pirámides de Gizeh, los graneros de José. No será hasta el siglo XVIII cuando empiezan los grandes viajes y expediciones, sería de gran importancia la realizada por Bonaparte.

Jean de Thévenot
   En 1672, el dominico Vansleb, fue a un viaje científico por encargo de Colbert, su misión era la de comprar manuscritos y medallas antiguas, pero sería el primer europeo que describe las ruinas de Antínoe (Egipto Medio), la ciudad romana que Adriano mandó edificar. Posteriormente Jean de Thévenot, en este mismo siglo sería el primero en realizar un viaje a Egipto solo por curiosidad. Se detendría en el Delta, El Cairo y sus cercanías. Tomaría las medidas de la Gran Pirámide en Gizeh y fue el primero también en sospechar que Menfis debía estar próxima a Saqqara, donde compraría un sarcófago.

   Benoit de Maillet, fue cónsul de Francia en Egipto durante el reinado de Luis XIV, y sera el precursor de otros cónsules del siglo XIX, que posteriormente despojarían a Egipto de muchas de sus obras para llevarlas a los museos europeos. En 1735 se publicó una obra sobre las memorias de dicho cónsul donde se hace por primera vez una descripción de Egipto en su totalidad, hablando sobre sus monumentos, costumbres, religión, gobierno, comercio, animales, árboles, etc.

Mapa de Egipto de Claude Sicard
   Claude Sicard, superior de la misión de los jesuitas, fue enviado a Egipto por el regente Philippe d´Orléans para que dibujara los antiguos monumentos, para ello le acompañaría un dibujante. Sicard era un latinista y helenista, y mientras realizaba la búsqueda de dichos monumentos con la ayuda de los escritos clásicos, terminó por realizar una investigación geográfica, como haría Champollion un siglo después. Así  pues, realiza el primer mapa científico de Egipto, donde aparecía Menfis, Tebas y otros grandes templos de Egipto.  Los trabajos de Maillet y Sicard favorecerían con su información que otros viajeros se animaran posteriormente a viajar a Egipto.

   Por ejemplo, otros viajeros de finales del siglo XVIII, serían Savary, que informa más sobre la época moderna y copia en muchas ocasiones a Maillet en su obra Lettres écrites d´Égypte; y Volney, quien publicaría Voyage en Syrie et en Égypte, donde a pesar de no describir Egipto, sería un libro muy leído por los expedicionistas de Bonaparte y sería el único libro llevado por éste en su viaje a Egipto.

Vivant Denon
   Dominique Vivant Denon, realizaría una expedición a Egipto gracias a la influencia de Josefina de Beauharnais, a su regreso Napoleón le nombró director general de Museos y sería él quien crearía el museo Napoleón, el actual Louvre. Vivant Denon escribiría Le voyage dans la Basse et la Haute Égypte pendant les campagnes du général Bonaparte, una obra que tendría gran repercusión y sería traducida al alemán y al inglés. Denon era un excelente grabador y en su libro se incluía una serie de láminas con grabados que realizó de Egipto. Sus láminas mostrarían la riqueza y belleza de Egipto y provocaría la atracción tanto de eruditos como Champollion, como a saqueadores. Aunque no sería entonces cuando inicia el saqueo de Egipto, puesto que ya había empezado mucho antes con los emperadores romanos y bizantinos que se llevaron muchos monumentos, como obeliscos, esfinges y estatuas a las capitales como Roma y Cosntantinopla y a sus villas personales, como fue el caso de Adriano y Diocleciano.

   Drovetti sería cónsul de Egipto en 1810 y permaneció allí recogiendo diferentes antigüedades, posteriormente propuso su compra a Luis XVIII, quien lo rechazaría por su elevado costo, y sería posteriormente Carlos-Félix, rey de Piamonte quien se haría con la rica colección de Drovetti. Esto hizo que el museo de Turín fuera el primer museo de Europa en tener una gran colección egipcia. Drovetti seguiría con excavaciones en Tebas y vendería una segunda colección al rey Carlos X de Francia, quien la compraría para el Louvre por consejo de Champollion.

Traslado de un busto colosal bajo el mando de Belzoni
   Los pasos de Drovetti fueron seguidos por otros cónsules, como Henry Salt, cónsul de Inglaterra, que vendería una colección al British Museum y otra más importante al Museo Louvre, sumándola a la colección Drovetti y convirtiendo la colección egipcia tan rica como la de Turín. El italiano Giovanni Belzoni, también fue uno de estos hombres que se dedicaron al traslado de obras de arte a Europa, en su caso tuvo la idea de trasladar un gran busto colosal, que consiguió mover a través de unas andas y unas cuerdas, una gran novedad que logró el trasladando posterior en barco de la obra, hasta Inglaterra.


   En conclusión, a pesar de que no nos ha llegado información directa de la época faraónica, gracias a las fuentes clásicas y el interés posterior por el mundo egipcio tenemos gran información, trabajos de viajeros con descripciones y dibujos de monumentos, templos y tumbas. 



Mónica Requejo, 05 de Mayo del 2016




Fuentes:
VERCOUTTER, J., Egipto: tras las huellas de los faraones. Barcelona, 1997.

El Museo Cerralbo

Don Enrique de Aguilera y Gamboa, desde el fallecimiento de su padre, heredó el título de Conde de Villalobos, y a su vez el de Marqués de Cerralbo y de Almarza. Fue el sucesor de una gran línea genealógica, los Pacheco, y fue el XVII Marqués de Cerralbo. Nació el 8 de julio de 1845, y estudió Filosofía y Letras en la Universidad Central, también realizó algunos trabajos para revistas literarias y tuvo contacto con artistas, escritores e intelectuales de su época. Por otra parte, tenía interés en el coleccionismo, en el Arte, la Arqueología y la Historia.

Don Enrique de Aguilera y Gamboa
Estuvo al cargo de la jefatura del Partido Tradicionalista durante muchos años, lo que le permitió obtener el nombramiento de mayordomo mayor de su Casa y la concesión del Toisón, un collar de la Orden del Espíritu Santo y Gran Cruz de Carlos III.  A partir del abandono de dicho cargo en 1898, se dedicó al estudio de la Historia y la Arqueología.

En sus últimos años de vida contribuyó al conocimiento del arte prehistórico español, excavó la ciudad íbero-romana de Arcóbriga, la necrópolis ibérica de Aguilar de Anguita, el yacimiento de Torralba y otros lugares situados en Soria, Guadalajara y Zaragoza. Viajó por España, Europa y parte de Asia, viendo museos, galerías y exposiciones, y a su vez, adquiría muchas obras de arte para su propia colección.

El 27 de agosto de 1922, el Marqués fallecía dejando parte de sus colecciones al Museo Arqueológico, al Museo de Ciencias Naturales de Madrid y legando su casa-palacio con un gran fondo artístico.

Palacio-Museo Cerralbo
Respecto al Museo Cerralbo, se empezó con la iniciativa de los propios marqueses en 1886, con la idea de albergar sus diferentes colecciones de arte. El edificio fue construido por el arquitecto Luis María Caballero y Lapiedra, mientras que las pinturas que decoraban el techo del salón más importante fueron realizadas por Máximo Juderías Caballero entre 1891 y 1892.  Tras la muerte del Marqués en 1922, dejó por escrito en su testamento el deseo de la fundación de un Museo en Madrid, que debía llevar su nombre y establecerse en su propio hogar. En 1924, el Estado español aceptó su legado y llevo a cabo su testamento. El primer director del Museo, sería Juan Cabré Aguiló (1882-1947), quien abrió el Museo al público.

Durante la Guerra Civil, el centro tuvo que suspender sus actividades, y parte del edificio fue dañado, desaparecieron algunos cuadros, numerosas porcelanas, espejos de Venecia y otros objetos. Tras la finalización de la guerra, el Ministerio de Educación promovió la restauración del edificio y del legado artístico. En marzo de 1944, se volvió a abrir el Museo al público. Pero ante la falta de espacio, se gestionó la compra de la planta baja, jardín y sótanos de dicho palacio, pudiendo así ampliar en 1947 el edificio.

Escaleras Museo Cerralbo
El Museo Cerralbo posee varios espacios de gran interés, empezando por la escalera monumental con una balaustrada de hierro, forjado a mano, del estilo Luis XV, mismo estilo que la lámpara de bronce dorado que cuelga del techo. Podemos observar también diversos cuadros y bustos en mármol de emperadores romanos, personajes anónimos del siglo XVIII y figuras de tamaño natural.  

Otros espacios eran, por ejemplo: la galería religiosa, donde destaca San Juan Evangelista, del taller del Greco; la sacristía, con obras de Ribalta y Antonio del Castillo entre otros objetos de arte; la capilla; el salón rojo, despacho de verano del Marqués, con paredes y sillería pintadas de dicho color; el salón amarillo, con sillería del color que da nombre a dicha sala, que conserva el papel antiguo original en sus paredes; la saleta rosa, con paredes también de dicho color y con papel de pared que reproduce el original; varias estancias como dormitorios, corredores y pasillos contienen una gran variedad de obras artísticas.

Diana cazadora, escultura romana
procedente de Clunia
En el piso principal del Museo nos encontramos con distintos espacios también: la armería, que consta de tres salas donde se guarda una gran colección de armas y armaduras europeas y objetos de procedencia oriental; el salón de ídolos, con numerosas figurillas mitológicas o votivas y pequeñas esculturas antiguas (romanas, griegas, etruscas o egipcias); la sala de porcelanas, aunque muchas de ellas se encuentran repartidas por todo el palacio; el salón del billar, donde a parte de la mesa de billar de estilo Luis XIV, se encuentra una valiosa colección de retratos;  el despacho-biblioteca, donde destaca su gran colección de alrededor 8.000 volúmenes tratando temas de Historia, Viajes, Arte y Arqueología; y el salón de baile, adornado con mármoles, espejos, lámparas venecianas y de La Granja, y donde destacan las pinturas en la bóveda ya mencionadas.

Despacho-biblioteca Museo Cerralbo



En conclusión, el Marqués creó gracias a su colección un museo con gran diversidad de obras de artes, siendo de interés para cualquiera, siendo cuales sean las preferencias artísticas y sorprendiéndote con muchos objetos que quizás no esperas encontrar.







Mónica Requejo, 05 de Mayo de 2016




Fuentes:
SANZ-PASTOR, C. y PIÉROLA, F. de, Museo Cerralbo. Madrid: Dirección General de Bellas Artes, 1969.



martes, 12 de abril de 2016

La Fragata Arapiles y el M.A.N.

Durante el reinado de Carlos III, los viajes científicos tuvieron gran esplendor ya que se intentaba aumentar las colecciones del Real Gabinete de Historia Natural (fundado en 1771). Así pues, gracias a su iniciativa se realizaron varias expediciones a América, Filipinas y otros puntos, no solo en busca de antigüedades sino de plata y otros productos naturales.

En la segunda mitad del siglo XIX, se veía una necesidad política de hacer misiones de prestigio para el país. El Rey D. Amadeo I de Saboya, con esta necesidad y la de simpatizar más con los ciudadanos españoles convierte el viaje de la fragata de Arapiles, que iba a iniciar el 10 de Junio de 1871, en un viaje que beneficiaría a la arqueología y al Museo Arqueológico Nacional (M.A.N.).  Esta iniciativa científica de la Fragata surgió por parte de D. Juan de Dios de la Rada y Delgado, arqueólogo y jefe de la Sección de fondos de Prehistoria y Edad Antigua del M.A.N., que consideró este viaje como una oportunidad de adquirir piezas para dicho museo realizando una serie de estancias en Grecia, Turquía, Siria y Egipto.  La Comisión científica que viajaría en esta Fragata estaba compuesta por el ya mencionado D. Juan de Dios de la Rada y Delgado, por D. Jorge Zammit y Romero, diplomático y helenista que conocía muchos idiomas, y por D. Ricardo Velázquez Bosco, dibujante de la expedición y restaurador de la Catedral de León entre otros.

Para dicha expedición, los comisionados disponían de escasos recursos económicos, y a la vuelta debían entregar una memoria de todos los gastos y otra con los trabajos y estudios realizados. Esta última memoria fue publicada por Juan de Dios de la Rada y Delgado con el título Viaje a Oriente de la Fragata de Guerra <<Arapiles>> y de la comisión científica que lleva a su bordo, y gracias a ella podemos conocer los detalles de dicho viaje.

Grabado de la Fragata Arapiles
       La fragata de Arapiles estaría comandada por D. Ignacio García Tudela, que estaba al mando de 486 hombres. Este buque blindado se realizó debido a un contrato entre la Armada Española y los Srs. Green de Londres, por una cantidad de 14.716.250 reales de vellón. El viaje inició desde Nápoles, donde estaba atracada dicha fragata, y su primera parada sería Mesina, en la isla de Sicilia.  El principal interés en esta isla sería Siracusa, donde visitaron el Museo Arqueológico y la necrópolis, donde realizarían prospecciones y de donde traerían unas lámparas cristianas, figuritas y fragmentos de relieve y un conjunto de cerámicas que habían pertenecido al Gabinete del Barón de Utica. 

                                                                                      
Busto de Joven, 98-117 d.C., donación de
Juan Bautista Serpieri. 

Su siguiente parada sería en el puerto del Pireo, Atenas, donde conseguirían por compra una serie de vaciados de yeso del Partenón, del Erechteion y otros conjuntos de la Acrópolis, que después de su estancia en el M.A.N. fueron llevados al Museo de Reproducciones Artísticas. También adquirieron distintas obras y fragmentos de esculturas de mármol y terracota, una colección de 60 vasos griegos de distintos estilos, y un busto de adolescente de mármol con otras piezas de terracota que fueron donadas por el banquero Juan Bautista Serpieri.


                                                                                            Habiendo parado en Besika (costa noroeste de Asia Menor), su nuevo destino sería Troya, donde hallaron fragmentos de basas, molduras y restos de columnas, con especial interés de un relieve de mármol donde se representa a un guerrero a caballo precedido de otro a pie. Tras atracar en Chanak-Kalen, se dirigieron a visitar la ciudad de Constantinopla, pero por falta de dinero se adquirieron solo dos trozos de ladrillo otomanos con marcas.
Relieve de marmol de Troya


Tras las paradas en Mesina y Mitilene, llegaron a Smirna, donde el cónsul de Suecia y Noruega, el Sr. Spiegelthal, donó varios objetos al M.A.N., entre ellos varias esculturas, un bajo relieve de estilo arcaico-asiático y una estela funeraria de arte griego.  Sus siguientes estancias serían breves, visitando Scio, Tigani en la Isla de Samos, y Rodas, de donde trajeron una lápida sepulcral del antiguo templo de S. Juan de los Caballeros. 
Fragmento de lapida sepulcral de la Iglesia San Juan
de los Caballeros, Rodas,Grecia.


Vaso Chipriota, 700-600 a.C.
Su siguiente estancia sería en Chipre, donde a pesar de no poder adquirir por motivos económicos una colección de antigüedades que el Sr. Palma de Cesnola (cónsul de EE.UU) poseía de excavaciones en sepulturas en Larnaca, sí adquirieron un gran número de fragmentos escultóricos, una colección de 30 piezas de cerámicas chipriotas, y algunos vidrios y monedas donadas por el Sr. Colucci. 
Cabezas Chipriotas, s.V a.C.


Volviendo a Asia, visitaron Damasco, donde Velázquez Bosco prosiguió con sus dibujos del viaje, pasaron posteriormente por Balbeck, Jerusalén, y Egipto. En este último, adquirirían un fragmento de la Columna de Pompeyo y una cabeza femenina de granito negro con el tocado egipcio, sin poder comprar más debido a esa escasez económica.  Desde Alejandría partirían a Malta, donde visitaron su Museo, y finalmente llegarían al puerto español de Cartagena el 22 se septiembre. 

Gracias a esta expedición, el M.A.N., se hizo con 319 objetos para su colección, a pesar de que como hemos visto, en varias ocasiones no pudo ser posible la obtención de otros muchos.  

Mónica Requejo, 12 de Abril de 2016



Fuentes:

POUS, M. (coord.) (1993): De Gabinete a Museo: tres siglos de Historia. Catálogo de la exposición en el MAN, Madrid.




jueves, 31 de marzo de 2016

Arte plumario en el Museo de América. Sombrero Cholón una muestra de Sincretismo cultural




Hipólito Ruiz López
Durante el siglo XVIII, en época de las colonias aumenta el interés científico. En España los estudios se centran principalmente en la investigación sobre la naturaleza y las nuevas culturas encontradas, por lo que se hace especial hincapié en el estudio de la botánica. Este interés se materializa en la realización de expediciones científicas durante la segunda mitad de siglo, a fin de analizar el panorama natural americano, Con Carlos III aumentan el número de expediciones, y en 1777 se organiza la Expedición Botánica al Virreinato de Perú con los botánicos Hipólito Ruiz López y José. A. Pavón como sus principales representantes.

La expedición parte de Cádiz en 1777 y en 1778 llega a Lima. Allí recolectan más de 8000 especies vegetales y semillas y realizan alrededor de 2000 dibujos botánicos. Los resultados de la expedición proporcionan unos materiales que en un principio fueron depositados en la Oficina de la Botánica y la Flora de Perú (adscrita a la secretaría de gracia y Justicia de indias) creada para organizar la publicación de una obra que expusiera los resultados de la investigación llamada “Flora Peruviana y Chilense”.

 La producción queda a cargo de José. A. Pavón, tras la muerte de Hipólito Ruiz López en 1816.  Pero Las dificultades económicas sufridas en la posguerra napoleónica frenan las publicaciones. Éste decide hacer frente a las dificultades vendiendo parte de la colección, por lo que queda dispersa, pero la colección principal se reparte en distintas instituciones. Los pliegos de Herbario y dibujos botánicos se trasladan al Real Jardín Botánico de Madrid. La mayoría de la documentación administrativa sobre la expedición y las piezas biológicas no botánicas se destinan al actual Museo de Ciencias Naturales y la colección etnográfica acaba en el Museo de América de Madrid.

Entre las piezas recogidas en la expedición, no solo se encuentran por lo tanto las pertenecientes al ámbito botánico, sino que asimismo se van recogiendo objetos que llaman la atención de los científicos y corresponden al ámbito etnográfico. Un ejemplo de ello es una pieza de arte plumario que se conserva en el Museo de América de Madrid. El sombrero Cholón.

Esta pieza pertenece al contexto cultural de los indios Cholones (Perú) un pueblo amazónico cristianizado por el padre Fray Manuel Sobreviela en el siglo XVIII. En el ámbito cultural de este pueblo destacan las manifestaciones de arte plumario, principalmente sobre base de fibra vegetal entrelazada. Los artistas plumarios alcanzaban un gran nivel de especialización puesto que las técnicas que ejecutaban eran variadas y muy enrevesadas, lo que hacía que fueran muy apreciados entre la sociedad.

Imagen
Sombrero Cholón
La pluma se relacionaba con lo sagrado, y con el poder, asimismo era una forma de distinguir a la nobleza. El colorido era importante, y además era un material comparable con la seda, por las propiedades de la pluma y por la dificultad de su manufactura. En tiempos coloniales el arte plumario no se frena, pero sufre transformaciones, y el sombrero cholón es una muestra de ello

La pieza es un ejemplo de la compleja manufactura de ese arte plumario ancestral. Sobre una base de fibra vegetal, y tras la selección de las plumas,  éstas se cortan, se anudan con hilos y se encolan para adherirlas posteriormente en hileras a la base. Pero lo que más llama la atención es la forma que toma el sombrero, que  recuerda a la tipología europea de ala circular corta y ancha propia de la cuenca mediterránea, y desconocida en América hasta la llegada de los europeos. Por lo que en una sola pieza se ven sintetizadas dos tradiciones culturales diferentes.

Este tipo de sombreros eran requeridos por las élites nativas comerciantes como un símbolo de distinción y de estatus social en la zona. Por lo que es probable que en el momento de la expedición,  y al mantener contacto en relaciones comerciales con los nativos, llamase la atención de los científicos, que lo recogieron y enviaron junto a otros objetos a España.



Por lo tanto este sombrero además de mostrar una parte del rico ámbito cultural de los nativos americanos también muestra el influjo de la cultura europea en las colonias, a raíz de la investigación y la cristianización de estas zonas. Un ejemplo del sincretismo cultural y de la pervivencia de las técnicas indígenas adaptadas al influjo de los nuevos tiempos y los colonizadores. 

Bibliografía: 

ELIÇABE, X. G. (2010). Arte plumario en América= Feather Art in America.Datatèxtil, (23), 46-55.


MUÑOZ, S. (2006). El Arte Plumario y sus múltiples dimensiones de significación. La Misa de San Gregorio, Virreinato de la Nueva España, 1539.Historia crítica, (31), 121-149.

Sombrero cholón, Museo de América de Madrid: http://www.mecd.gob.es/museodeamerica/coleccion/seleccion-de-piezas2/Etnolog-a/sombrero-cholon.html

Silvia Rico Martínez A1

jueves, 10 de marzo de 2016

La tradición llevada al coleccionismo: Los huevos de Fabergé.


Mandado crear el primero en 1885 por el zar ruso Alejandro III como regalo a su mujer María Fiódorovna con motivo de una de las fiestas más importantes dentro de la Iglesia Ortodoxa, la Pascua, la tradición mandaba cambiar tres besos y un huevo. Los huevos creados por Fabergé se convirtieron en una constante todos los años entre los zares rusos, ya que esta tradición fue continuada por su hijo Nicolás II, hasta que en 1917 la Revolución Rusa terminó con la familia Romanov. Hoy se pueden ver en museos y en colecciones privadas, en las cuales son un bien preciado, el más caro alcanzó en una subasta los 18 millones de dólares. Aunque no se sabe muy bien cuantos hay, se dice que se realizaron entre 69 para los zares, la aristocracia y la élite industrial y financiera.

Taller y tienda de Fabergé
Peter Carl Fabergé nació en San Petersburgo en 1846. Hijo de inmigrantes franceses, su padre practicaba el oficio de la joyería, en 1860 se retiró, y la familia se asentó en Dresden. Después Fabergé estudió en Frankfurt, viajó por Italia, Francia o Inglaterra, donde recibió nociones de joyería y en 1870 regresa a San Petersburgo, donde pasa a ser el responsable de la empresa familiar de la joyería que su padre había dejado en SanPetersburgo. Con una excelente reputación como diseñador, trabaja con piedras preciosas, semipreciosas y metales, y realiza diseños de diferentes estilos como ruso antiguo, griego, renacentista, barroco, Art Nouveau y el naturalista. 

En 1882 en la Exposición Panrusa de Moscú se pudieron ver algunas de sus obras, lo que le valió la medalla de oro. Desde entonces se le nombrará joyero oficial de la familia real. 

Obras destacadas: 

El primer huevo imperial (1885) mide 6,4 cm. Es la primera pieza realizada. Tiene el tamaño de un huevo normal, dentro de este primero, se encuentra otra versión en oro que alberga en su interior una gallina también realizada en oro y que destaca los dos rubíes que tiene por ojos. Pudo haber sido inspirado por una propiedad del padre de la zarina Maria Feodorovna, el príncipe Christian IX de Dinamarca. 


Huevo del Pamiat Azova (1891) mide 9,8 cm. Realizado para conmemorar el viaje alrededor del mundo que hizo desde 1890 hasta 1891 el heredero al trono Nicolás a bordo del Pamiat Azova. Realizado a mano en jaspe verde con un moteado rojo y azul, está decorado con volutas rococós en oro con diamantes, un gran rubí rojo flanqueado por unas volutas de platino forman el cierre. En su interior, se encuentra a modo de sorpresa, una réplica del Pamiat Azova, realizada por August Holling uno de los maestros del taller de Fabergé. La pequeña nave flota en un mar tranquilo color turquesa, tiene todo lujo de detalles minuciosos, como las chimeneas, los botes salvavidas o lo cañones, siendo una pieza única. 

Huevo imperial de la Coronación (1897) mide 12,7 cm. Regalado por el zar Nicolás II a la zarina Alexandra Feodorovna con motivo de su coronación en 1896. Al exterior utiliza la técnica del guilloché, (grabado superficial sobre metal que consiste en hacer dibujos de un modo repetitivo y simétrico) sobre el oro, y en cada punto se ve un águila bicéfala, símbolo imperial. En su interior nos encontramos con una réplica exacta del carruaje que tomaron los zares para la coronación, la puerta se abre para mostrarnos su interior, con un terciopelo rojo idéntico al original. El artesano George Stein, trabajador en el taller de Fabergé, tardó 15 meses en realizar esta obra maestra. 

Huevo del Kremlin de Moscú (1904) mide 36,8 cm. Conmemora el regreso de la familia imperial a Moscú en 1900, es el más grande de todos. está inspirado en la Catedral de la Asunción sobre el Kremlin de Moscú en este caso la sorpresa reside en que es una caja de música.








Huevo de Alejandro III (1910) mide 15,6 cm. Regalo de Nicolás II a su madre, para conmemorar la inauguración de una estatua del Zar Alejandro III a caballo. El huevo esta realizado en cristal de roca combinado con una estructura de platino, que deja abierta una especie de ventana, por la que se ve una réplica en oro de la estatua de Alejandro III que descansa sobre un bloque de lapislázuli. El huevo descansa sobre una base con querubines, que tienen engarzado un diamante de grandes dimensiones.


Huevo del III Centenario de los Romanov (1913) mide 18,6 cm. Regalo de Nicolás II a su esposa Alexandra. Al exterior un guilloché de oro cubre una superficie blanca, a su vez decorado por dieciocho retratos de personajes Romanov. En su interior, a modo de sorpresa, una bola del mundo con dos mitades, en una mitad muestra la extensión del Imperio Ruso en 1613 y en la otra mitad la extension del Imperio en 1913. El huevo es soportado por tres águilas bicéfalas con diferentes atributos como la espada, el cetro y un globo terráqueo.



Huevo Azul con serpiente (1887)
Perteneció a Grace Kelly, regalo 
de su esposo el príncipe Rainiero
 de Mónaco
De los estos 69 huevos, 52 eran de la familia imperial, ocho de ellos se consideran perdidos, solo los conocemos por fotografías. Otros diez están en el Kremlin, la reina de Inglaterra conserva tres y el príncipe Rainiero de Mónaco tenía uno. Hay cinco en el Museo de Arte de Virginia, tres en el Museo de Arte de Nueva Orleans y dos en el Hillwood Museum de Washington. La Fundación Edouard y Maurice Sandoz (Suiza) posee dos y The Walters Art Museum, en Baltimore otros dos.

Huevo Mosaico (1914)

Pertenece a la Familia
 Real Británica
La mayor colección privada de huevos Fabergé la tenía la familia Forbes. El patriarca de la familia Forbes, Malcom, reunió a lo largo de 30 años, 9 de los huevos imperiales, incluido el primero de todos, el regalo del zar Alejandro III a la Zarina. También contaba con el que se considera más valioso: el “huevo de la coronación”, regalo del zar Nicolas II a la zarina Alexandra en 1897 como celebración de su coronación.
En 2004 Victor Vekselberg, un industrial ruso adquirió los famosos huevos imperiales de la colección Forbes en una subasta en Sotheby’s en Nueva York, con la intención de que volvieran a Rusia.

Os dejo dos links para que veáis estas maravillosas obras de arte: 

El primero es el trailer que hace referencia a una película que se pudo ver el año pasado en Madrid, pero que yo no he encontrado por ningún lado: https://www.youtube.com/watch?v=I0wMERTZaTE

El segundo muestra algunas piezas tanto su exterior como su interior: https://www.youtube.com/watch?v=UUQW9TztA_A


BIBLIOGRAFÍA 

Pfeffer S., Fabergé Eggs. Masterpiece from Czarist Russia.
http://www.faberge.com/ consultado el día 09/03/2016

Marta de Juan Martín, 10 de Marzo de 2016.

martes, 8 de marzo de 2016

El Museo de América

El Museo de América

Desde el descubrimiento de América, el interés por conocer la realidad de este continente, genera la realización de expediciones y viajes, que aumentan la fascinación por los objetos procedentes del territorio americano. Éstos, acaban llegando a Europa y se distribuyen por colecciones reales y gabinetes.   

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Grabado Giuseppe Maria Mitelli del Museo Cospiano
Los gabinetes de curiosidades, (procedentes del siglo XVIII), tienen una pretensión acumulativa, ya que buscan recopilar todo el conocimiento del mundo y para ello recogen objetos de todo tipo (arqueológicos, naturales, y artificiales). La exposición de los objetos en estos gabinetes, se distribuye en una o dos salas, que acababan abarrotadas de piezas dispuestas en estantes, paredes y techos. Este tipo de coleccionismo compulsivo, aunque no se inicia con un interés científico, será el antecedente de los Museos de Ciencias Naturales. Algunos de los gabinetes más relevantes de los que tenemos conocimiento son, el Museo Cospiano, El Museo Wormiano o el Museo Ferrati imperato. 

  En España, hay noticias de un incipiente coleccionismo similar en 1572 cuando el virrey de Perú, Francisco de Toledo, propone a Felipe II la creación en su palacio, de un museo con manufacturas indígenas. Ya en el siglo XVIII, en 1752 Antonio de Ulloa viaja a América y crea el Real Gabinete de Historia Natural, y en 1771 Carlos III funda otro Gabinete Real de Historia Natural, que concentra las colecciones de Pedro Franco Dávila, y las piezas del gabinete de Ulloa.

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Estela de Madrid
  Se amplían los fondos de esta colección, a través de distintas expediciones que remiten los objetos encontrados a la Corona, por las reales órdenes de acopio, que demandan que se envíe a Madrid todos los objetos hallados en América.  Entre estas expediciones destacan, algunas de las primeras científicas y documentadas, como las excavaciones de las ruinas de Palenque (1785-1787), de las que se extraen piezas  relevantes para la colección, entre ellas  la Estela de Madrid,  la cual pertenecía a una de las patas del trono de Pakal en Palenque. Otras expediciones importantes, serán los viajes exploratorios al estrecho de Magallanes (1785-1789), o la Expedición Malaspina (1788).

Durante el siglo XIX distintos sucesos como la independencia de las colonias y la invasión napoleónica, hacen tambalear la situación política española, por lo que se paraliza la actividad de recopilación del Gabinete, que se centra en la investigación sobre zoología y otras ciencias, y acaba convirtiéndose en el Museo de Ciencias Naturales.

En 1867 se crea el Museo Arqueológico Nacional, donde se plantea trasladar las piezas etnográficas y arqueológicas del Gabinete de Carlos III. Durante su construcción, los objetos se depositan en el Casino de la Reina en 1871, y finalmente se trasladan al Museo Arqueológico en 1895, cuando se inaugura su exposición permanente. En estos últimos años del siglo el interés por América se renueva, y se intentan centralizar e impulsar las donaciones de las colecciones repartidas por distintas instituciones y particulares. También se realizan las primeras publicaciones científicas sobre las colecciones americanas, como en la Revista Museo Español de Antigüedades, y se exponen los objetos. 

Montaje de una de las salas del Museo de
 América en el Museo Arqueológico
entre 1942 y 1962.
En 1935, se realiza una exposición en el Museo Arqueológico Nacional sobre arte Inca, con la colección de Juan Larrea. Ésta, impulsa que durante el Congreso Internacional de Americanistas, realizado en Sevilla el mismo año, se acordase el apoyo a la creación de un Museo Americano. Durante los años de la Guerra Civil, desde el gobierno se mantiene la intención  de crear este museo. Sin embargo aunque en 1937 se proyecta el Museo-Biblioteca de Indias, y en 1939 el Museo Arqueológico de Indias, ninguno de ellos se llega a realizarse. Finalmente será en 1941 cuando se decreta la creación del Museo de América, cuya colección se formaría con las piezas etnográficas y arqueológicas americanas recogidas en el Museo Arqueológico Nacional.

Proyecto para el Museo de América
La búsqueda de una sede independiente y adecuada para las colecciones, provoca finalmente, que se cedan unos terrenos de la Ciudad Universitaria para la creación de un edificio, de nueva planta, destinado al museo. Mientras se construye,  el Museo de América se inaugura en 1944 en el Museo Arqueológico Nacional y no será hasta 1962 cuando se empiezan a trasladar las piezas al edificio actual, que se inaugura finalmente en 1965.  A pesar de contar con su propia sede, el edifico del Museo de América se destina parcialmente a otras instituciones, como la parroquia universitaria, el Museo de Reproducciones Artísticas o el Instituto y la escuela de Restauración. 

 En 1981, el Museo se cierra por reformas y se desalojan las distintas instituciones cobijadas en él. Finalmente queda habilitado por completo como Museo de América entre 1993, y se establecen las salas de colección permanente, donde se organiza la colección en temas monográficos que comprenden, El conocimiento de América, La realidad de América, La Sociedad, La Religión y La Comunicación. 

Fuentes:
CARRO, M. P. C: "El Museo de América." Anales del Museo de América. No. 1. Museo de América, 1993. 

                                                                                                            Silvia Rico Martínez A1